Debo dedicar una entrada más al
musical del Mago de Oz en el que participó recientemente Yoanellita, porque ha
sido una experiencia bastante intensa para las dos.
10 Funciones en 2 fines de semana
y ensayos de 4 a 5 horas diarias en Long Beach durante los últimos diez días
dan para mucho. Al final tenía la sensación de que vivíamos en el teatro. Del
cole a comer cualquier cosa, de ahí al teatro, a veces me quedaba y otras veces
vuelta a Anaheim con el pequeño y luego volver a por ella. Normalmente hasta
las 11 de la noche no cerrábamos el día en casa.
En muchos momentos me pregunté, ¿merece
la pena? ¿Qué lleva a los padres a que sus hijos participen en actividades tan
extenuantes como esta? Una de las madres que conocí en una de mis sesiones de
voluntariado en la mesa de información me dijo lo siguiente: “Es como si
pertenecieras a una secta. La vida de mi familia los últimos años ha girado en
torno a esta compañía de teatro. No puedes pretender que nadie lo entienda,
pero es algo totalmente adictivo. Lo curioso es que de mis tres hijos, el
pequeño venía porque venían sus hermanas y ahora es el único que va a dedicarse
a ello de forma profesional”.
Otra madre me comentó que era el
último año de su hija en la compañía, que había logrado entrar en una escuela
de arte dramático de mucho prestigio en Nueva York el próximo septiembre, pero
que ella continuaría como voluntaria.
Esta misma señora me preguntó si íbamos en serio sobre “la carrera” de
nuestra hija, a lo cual contesté con una
mirada sorprendida: “tiene solo nueve años”.
Ella me dijo que había que empezar a tenerlo claro, que los niños que
estaban en esta compañía eran afortunados ya que ofrecía una formación
completísima pero que tenía que reforzar con clases de ballet clásico, canto y
que me buscara un agente de cine. No sin antes comentarme que hiciera “algo”
con el pelo de mi hija, que era un tanto indefinido y que eso podía ser un
punto negativo en algunos castings.
Yo le comenté que los ensayos
estaban siendo muy duros y que en realidad no sabíamos que era tan intenso, que
la niña disfrutaba pero que hoy por hoy no nos planteábamos nada más allá de
eso. Y que me lo pensaría antes de volver a dejarla participar en otra
representación ya que suponía mucho sacrificio personal. Ella me dijo que esto
enganchaba más de lo que podía imaginar.
Por fin llegó el estreno y tengo
que decir que fue emocionante ver el montaje en escena y ver a la niña llegar a
la alfombra roja saludando al público que los recibía con palabras cariñosa y
con muchos “break your leg” que aunque literalmente sería “rómpete una pierna”
viene a decir que tengas mucha suerte en el escenario como el “mucha m…” de
España. En el escenario fue realmente mágico, vi a la niña disfrutar como nunca
y vivir con intensidad sus dos papeles. Pero pensar en todo lo que hay detrás
para llegar hasta ahí y la cantidad de horas para niños tan pequeños es algo
que no me acababa de convencer.
Yoanellita recibió su trofeo y
cada día algunos regalitos que le enviábamos y se los entregaban en el
intermedio en el camerino. Cuando llegaba a recogerla estaba cansada pero
feliz.
Por fin el último día y al final
teníamos una fiesta privada en un restaurante, tengo que admitir que fue
bastante divertido, aunque estaba contenta de que todo hubiera terminado.
Libres de ensayos y de ir arriba y abajo en la carretera.
A medida que han ido pasando los
días un sentimiento extraño, echando de menos todo lo vivido a pesar de saber
de los momentos difíciles. Con algo de melancolía escuchamos en el coche la
música y tarareamos las canciones. Creo que tengo un poco de síndrome de
Estocolmo. En cualquier caso, me siento contenta de lo alcanzado.