viernes, 26 de agosto de 2011

17-Ha nacido mi bebé americano


¡He vuelto a ser mamá! Por fin nuestro pequeño Dorian está entre nosotros. Parecía que el momento no llegaba nunca, pero nuestro principito ha llegado para llenarnos todos los espacios y embriagarnos de amor.

La maternidad es algo muy complejo. Se ha escrito muchísimo de cómo vivimos las mujeres esta experiencia, pero sin duda alguna es algo muy personal y cada embarazo, cada parto, es distinto y es algo que se vive en primera persona.

La llegada al mundo de mi hijo ha sido muy difícil, como difícil fue lograr un embarazo de los “buenos” y también difícil la última etapa del embarazo.

Soy una persona distinta de la que entró por la puerta de la clínica antes de que naciera Dorian. Hice todo lo posible por ayudar a mi hijo a venir al mundo de forma natural pero no fui capaz a pesar de todo lo que luché y después de casi treinta horas de parto, vino al mundo por una cesárea.

Durante todo el proceso estuvo conmigo mi marido Toni, mi gran compañero de la vida. Sumamos otra más de todas las cosas que hemos pasado juntos y creo que en esta nos llevamos la matrícula de honor: ¡Gracias, Toni. Te quiero!

Al teléfono, impacientes, mis padres, mi madre en casa con mi hija y mi padre al otro lado del charco.

Pero bueno, vamos a dejarnos de sentimentalismos y paso a contar las particularidades de tener un bebé en este lado del mundo, desde mi visión, para que veáis las diferencias en cómo se hacen las cosas.

Lo primero, como es obvio, todo mi parto fue en inglés, así que creo que he demostrado que desde luego soy bilingüe: he empujado en inglés, he traducido a mi marido las partes difíciles y lo mejor en el momento que lo pasaba peor, encontré las palabras para quejarme a gritos en inglés, ¡qué mundo extraño!

Mi ginecóloga es hindú y en el tiempo que estuve de parto me atendieron 4 comadronas (siempre una en exclusiva), dos americanas blancas y dos orientales.

Como sabréis en este país la sanidad es privada y debido a que vine bastante embarazada ningún seguro me cubría, así que hemos pagado por el parto. El servicio de anestesia no depende de la clínica y lo cobran allí mismo. Y cuando os digo allí mismo, imaginad a mi marido haciendo cheques en medio de mi suite-paritorio para la primera anestesista y luego para la segunda (cambio de turno) que me atendió en la cesárea.

Algo que me sorprendió positivamente fue el trato de todo el personal de la clínica. No os podéis imaginar la amabilidad y lo cariñosas que fueron tanto las comadronas como las enfermeras del servicio de maternidad. Y es que en esta clínica hay una unidad especial donde vas a dar a luz en una suite individual privada y solo te llevan a quirófano en caso de cesárea. Una vez nace el bebé te trasladan a maternidad, que es una zona más modesta, con habitaciones más pequeñas, aunque siguen siendo amplias e individuales.

A la hora de la cesárea a Toni le dijeron que podía grabarla, a lo cual yo dije que ni de risa, pero él lo vio en directo y alguna foto bastante explícita sí que hizo con el niño medio saliendo. La cesárea la verdad bastante rápida y luego vuelta a la suite para hacer “piel con piel” con el bebé. Puedes estar en esa intimidad los padres con el bebé hasta seis horas pero un mínimo de dos horas que fue lo que hicimos para que nos trasladaran cuanto antes y poder recibir la visita de nuestra hija y mi madre, que ambas estaban impacientes.

Una vez en maternidad, hubo varias cosas que me sorprendieron. A los bebés les ponen una especie de chip atado al tobillo y te dan una hoja con precauciones para que no roben al bebé. Nadie, ni siquiera el padre, puede sacar al niño fuera de la habitación, osea ni al pasillo de las habitaciones, sino está la madre delante.

Las enfermeras bañan a los bebés entre la una y las dos de la mañana. Y a esas horas también le hicieron la prueba del talón y la de los oídos; cosas que en España se suelen hacer a primera hora de la mañana, ¡no de madrugada!

Al contrario que en España, cada enfermera tiene asignada una serie de habitaciones, yo calculé que unas tres pacientes por enfermera y siempre te atiende la misma. Cuando cambian el turno, si no la has visto antes viene a presentarse y te apuntan en una especie de pizarra su nombre donde está el tuyo. Ah y el día que ingresas allí se llevan al bebé y le hacen una foto y le ponen las huellas de sus piececitos en una hoja que se queda colgada en la habitación durante tu estancia y te la llevas de recuerdo el último día.

El día que te vas, te lo avisan antes en un papel que debes firmar, tienes que llevar hasta dentro de la habitación la sillita homologada para el coche y meter al bebé allí como marca la normativa. Pero lo curioso es que ni siquiera puede sacar el padre al bebé con la sillita, sino que tiene que ir encima de la madre, ya que te sacan en silla de ruedas hasta tu coche. No me diréis que no es curioso. Para luego ver por la calle a montones de mexicanas, sin ofender, que llevan a los niños en brazos, sin sillitas ni nada!!

Para inscribir al niño en el registro se hace en la misma clínica, te dan unos papeles para rellenar y luego viene una administrativa, lo repasa contigo y te trae el papel definitivo en el que tienes que verificar todos los datos y en un mes ya puedes ir al registro a recoger la partida de nacimiento.

En fin, un país distinto, formas distintas de hacer las cosas. Lo importante es que nuestro hijo ya está con nosotros.

¡Bienvenido a casa, Dorian!

jueves, 18 de agosto de 2011

16-Unid@s por la red


Internet ha cambiado la forma de comunicarnos de una manera muy notable. Hace unos años era impensable imaginar que ibamos a tener a nuestro alcance todo este mundo de posibilidades que nos ofrece la red. Para la mayoría de nosotros ya sería casi imposible imaginar la vida sin este medio.

En el caso de las personas que estamos lejos de casa o que emigramos, este medio toma especial relevancia y nos ayuda a comunicarnos con los nuestros de una forma automática, barata y realmente eficaz.

Hace muchos años las comunicaciones eran muy distintas. Recuerdo que cuando yo era pequeña y vivíamos en la Rep. Dominicana, llamábamos a “mi abuela de España” una vez por semana. Como un gran rito ceremonial hacíamos turnos para saludarla y contarle algunas cosas, la calidad del sonido no era la mejor pero era lo más cercano que podías sentir a la otra persona. La otra opción eran las cartas que le escribíamos, más o menos una al mes. Mi abuela también nos escribía, con una letra de caligrafía perfecta y nos contaba muchas anécdotas. Me gustaría saber si ahora viviera qué pensaría de esta nueva forma de comunicarnos y si le gustaría escribirnos correos electrónicos en lugar de cartas.

Para mi Internet es un gran medio y reconozco que soy bastante adicta a estar conectada y es una gran parte de mi mundo. No voy a negar que tiene aspectos negativos. Es un medio difícil de controlar, donde se tiene acceso a excesiva información y mucha gente no sabe dónde poner los límites. Esto lo observo especialmente en Facebook, la única red social en la que participo. Como norma intento no tener como “amigos” a los amigos de amigos y de vez en cuando hago alguna limpia para borrar a gente con la que no tengo especial relación. Pienso que un buen criterio para saber si deben seguir en mi listado es pensar si están conectados si chatearía con ellos o no, si la respuesta es no, los borro sin pensarlo.

Otra cosa que tampoco me ha gustado en esta red social es la ligereza con la que algunas personas cuelgan videos o imágenes que consideran graciosas y que son realmente degradantes, y además normalmente suelen ser degradantes para las mujeres. Es algo que no soporto y motivo por el cual también he borrado a alguna que otra persona por la decepción que me ha causado su insistencia en estos temas.

Pero sin duda alguna las ventajas que me ha aportado este medio a la hora de comunicarme con los demás ha sido muchísimo mayor que los aspectos negativos. El tiempo que hemos estado separados como familia porque Toni ya estaba aquí ha sido genial poder vernos cada día a través de Skype, compartir esos ratitos a diario, si bien no sustituía la ausencia, de alguna manera sí que hacía la distancia más soportable. Como anécdota os cuento que por el cambio horario siempre hablábamos que para él era de día pronto y para mi de noche así que normalmente yo ya estaba en camisón y desmaquillada. Algunos días intentaba aguantar para que no me viera siempre con esas fachas y en más de una ocasión me llamaba justo cuando me acababa ya de cambiar, ¡menudos chascos me llevaba!

Ahora estando aquí también es una forma práctica de comunicarnos con nuestras familias y poder mantener ese contacto más estrecho y cercano.

Algo sorprendente para mi que me ha sucedido a través de Internet empezó hace algo más de dos años. Creé un foro en una página web femenina con la única intención de compartir con otras mujeres un interés en común. Jamás pensé que iba a encontrar en este foro algo más que conversaciones anónimas sobre un tema común con otras mujeres en mi misma situación. Esos Nicks y personajes virtuales con la confianza se convirtieron en mujeres reales, cada una con su historia, su personalidad y su vida particular. El caso es que a día de hoy somos un gran grupo de amigas que compartimos un blog privado en el que día a día desgranamos parte de nuestra vida. Lo curioso es que la red hace que la gente no tenga prejuicios ni ideas preconcebidas sobre las personas que no conoces. Sé que algunas de nosotras no hubieramos sido amigas de habernos conocido en el “mundo real” porque no nos habríamos dado la oportunidad, pero el tener a estas mujeres en mi vida ha sido un verdadero regalo. Todas aportamos algo distinto con nuestros puntos de vista, formas de ser y de entender la vida.

Algunas son realmente muy inteligentes, personas de las que nunca te cansas de aprender, otras son más tiernas y cariñosas, las hay muy madrazas, de las que siempre quieren protegerte y con otras soy yo la que tengo ese instinto. También las hay más pasionales e impulsivas, personas que rompen tus esquemas porque no estás acostumbrada a gente como ellas. Así que gracias a Internet descubrí una forma nueva de desarrollar amistades de forma inesperada y ahora tengo una red de apoyo en el que todas están pendientes de las demás. Juntas hemos compartido muchos momentos de alegría, la mayoría de ellas han sido madres durante este tiempo y también hemos pasado momentos difíciles de pérdidas, de dolor, de sufrimiento, un divorcio, preocupación por una posible enfermedad grave de una de ellas. Hemos abierto el corazón de forma sincera y nos hemos contado muchas cosas. Algunas me han sorprendido con sus historias y han hecho que las admirara por su valor. A algunas he tenido la suerte de conocerlas en persona, a otras no pierdo la esperanza de conocerlas algún día. Verdaderas amigas unidas gracias a la red.

domingo, 14 de agosto de 2011

15-El valor de las cosas


Las cosas materiales son, al fin y al cabo, solo cosas, lo que pasa es que la mayor parte del tiempo las personalizamos y las convertimos en algo más.

La ropa que vestimos habla de nosotros, el coche que llevamos, los muebles y la decoración de nuestra casa, el maquillaje, el perfume, el bolso…todas nuestras cosas son un poco parte de nuestra personalidad.

Cuando sabes que vas a vivir en un sitio de forma temporal te encargas bien de no llenarte de cosas y de no comprar más de lo imprescindible para no tener un exceso de COSAS a la hora de la mudanza. Pero cuando piensas que estás viviendo en tu casa definitiva y no tienes pensado mudarte, llenas tu casa con todo lo que más te gusta y que está de acuerdo a tu estilo de vida. Este último era nuestro caso, vivíamos en nuestra casa de la que no pensábamos mudarnos, la habíamos comprado nueva y la habíamos decorado a nuestro gusto y además es una casa bastante grande, por lo que la cantidad de cosas que había dentro era bastante importante.

A mi siempre me ha gustado mucho comprar y tener cosas bonitas, pero al mismo tiempo tengo una gran facilidad para desprenderme de las cosas materiales. Siempre he pensado que todo lo material es sustituible y no demasiado importante, lo importante es que las personas estemos bien.

A mi madre, protagonista principal de mi mudanza (pobre, nunca le agradeceré suficiente), la notaba sufrir en ocasiones cuando me decía este tipo de frases “¿y esto tampoco te lo llevas? ¿vas a dejar esto otro también? ¿por qué habías comprado tantos trajes? Mira todos estos zapatos que vas a regalar, ¿cómo es que Toni compraba tantísimos libros? ¿se los ha leído todos?”. Pero la verdad es que a mi principalmente la ropa, zapatos y ese tipo de cosas, no me han dado ninguna pena. Pienso que la vida es una rueda y es bueno regalar cosas que otras personas puedan aprovechar. Las personas que pierden sus casas en incendios o catástrofes lo pierden todo y aun así son felices de estar vivos. Nosotros hemos tenido la suerte de dejar todas estas cosas atrás, aunque muchas fueran realmente hermosas, porque así lo hemos decidido.

Nunca necesitamos tanto, lo que pasa es que estamos acostumbrados a tener y tener cosas. Supongo que las cosas nos hacen sentirnos más seguros, nos dan una comodidad que a veces es ficticia: porque tengas 30 toallas no estás mejor, no las puedes utilizar todas a la vez.

Luego está el placer estético que nos producen las cosas. Cada uno tenemos nuestros gustos y el poder complacerlos nos hace sentir bien. A los hombres en general suelen gustarles las cosas tecnológicas. He visto a mi marido cambiar de ordenador cada año, según él porque “lo necesitaba”. También teníamos una tele de diseño porque fue lo único que eligió de toda la casa y le hacía mucha ilusión. Al contrario de mi, siempre compra los libros de tapa dura y para trabajar trajes de buen corte, zapatos italianos y camisas muy chics.

Yo por mi parte he tenido la percepción talvez algo snob, no lo niego, de no querer “cosas cutres” en mi casa. He preferido esperar a encontrar el aplique perfecto para cada espacio, elegí una cocina a mi gusto, muebles que se salían un poco de lo habitual, incluyendo un comedor excesivamente caro. Pero cada vez que lo veía me gustaba. Nuestro salón y nuestra casa en general me proporcionaban armonía y la serenidad de llegar a casa y encontrarte a gusto con todo lo que había.

Las cosas otras veces, aunque no sean especialmente bonitas, tienen un valor sentimental enorme del que nos cuesta mucho más desprendernos. Todos tenemos de esas cosas. Y esto sí es duro cuando vas a mudarte y tienes que meter tu vida en ocho maletas. Hay cosas que no son prácticas, que no vas a utilizar, que no puedes llevarte pero quieres conservar, como tu vestido de novia, la plata que te regalaron tus padres al casarte, los objetos que has ido comprando en diferentes vacaciones. Y ahí no te queda más que diseñar algún criterio y decidir lo que se queda, lo que se va, lo que te guardarán para el siguiente viaje. Y dejar esas cosas atrás es desprenderte un poco de ti misma, cerrar capítulos y estar abierta a abrir otros nuevos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

14-La adaptación de la más pequeña


Cuando decidimos tomar una decisión tan importante como cambiar de país, una de las cosas que más nos preocupa a los que somos padres es cómo ese cambio afectará a nuestros hijos. En nuestro caso valoramos la idea y pensamos que para Yoanellita sería un gran beneficio el tiempo que estuviéramos en este país, por la experiencia de conocer otra cultura y otras formas de vivir y sobre todo por convertirse en bilingüe de forma natural. Aun así siempre tienes el miedo de ver cómo va a adaptarse, de imaginar si para ella sería duro o cómo puede vivir este gran cambio una niña de ocho años.

Este año ha empezado para nuestra hija con grandes cambios, cerramos el 2010 con mi tímido positivo de embarazo, nada más comenzar el año nos pilló de sorpresa el fallecimiento de mi suegra y a los pocos días se venía Toni a EEUU para una separación temporal de la familia de seis meses. A esto hay que añadir que este año la habíamos cambiado de colegio.

Así que muchas veces me pregunto cómo vivirá ella estos cambios, intentando adivinar cómo se ven a través de sus ojos y haciendo todo lo posible por hacer esta transición lo más sencilla posible para ella.

El viaje de llegada aquí se le hizo bastante duro, las últimas horas de vuelo me preguntaba cada cinco minutos eso de “¿cuánto falta?”. Como ya os conté la llegada al aeropuerto con la enorme cola tampoco fue mucho mejor. Sin embargo fue sorprendente ver el re-encuentro de Yoanellita con su papi. Estaba pletórica y feliz. De repente ya no parecía cansada, estaba llena de energía y no podía parar de hablar y de contarle cosas. Los días iban pasando y ella continuaba con la misma energía y entusiasmo, siempre muy al lado de su papi. A Toni le emocionaba mucho ver que la niña siempre quería estar a su lado, para caminar, para sentarse en un restaurante y otras situaciones en las que normalmente siempre estaba apegada a mi. Durante los primeros días nos confesaba que no sabía que quería tanto a su padre y que le había echado tanto de menos.

A los pocos días de nuestra llegada, la metimos en un “summer camp” para que compartiera con otros niños, se fuera adaptando a la vez que practicaba su inglés y además así yo tendría más tiempo para descansar así como para hacer gestiones con Toni de papeleos, comprar coche…etc.

En el campamento se adaptó bastante bien. Algunos días le daba pereza levantarse porque algún día se iba la cama un poquito tarde pero luego siempre se quedaba contenta. Rápidamente hizo algunos amiguitos. Me sorprendió su capacidad de adaptación a las diferentes actividades que son muy distintas a las que se suelen realizar en España. Ha aprendido a coser un cojín (con agujas de verdad), se quemó un dedo en clases de cocina y pintó un plato de porcelana.

Lo que más me ha llamado la atención es que en ningún momento ha hablado de regresar a Palma, ni ha mencionado nuestra vida allí, ni nuestra casa. Normalmente en nuestras vacaciones , la primera noche siempre se quejaba y lloriqueaba algo pidiendo volver a Palma. Así que hace unos días le pregunté cómo es que no había mencionado en ningún momento lo de regresar a casa y ella contestó: “Mami, es que ahora esta es mi casa”.

viernes, 5 de agosto de 2011

13-En la peluquería


Para muchas mujeres las peluquerías son como un templo de peregrinación, yo he ido a peluquerías en muchísimos países aun estando de vacaciones, debido a que mi pelo la mayor parte del tiempo va por libre y si quiero mantenerlo un poco decente debo ir con frecuencia. Aquí aun no he decidido si esta peluquería a la que estoy yendo será la definitiva, pero me resulta bastante práctica porque está delante de casa.

Las mujeres saben perfectamente que las peluquerías son algo más que lugares en los que vamos a arreglarnos el pelo ya que las mujeres comparten confidencias sin ningún reparo con la peluquera, con lo cual es como una doble terapia, al salir nos sentimos más guapas y también algo liberadas del estrés o los problemas de la vida cotidiana. Al menos allí dentro, durante ese rato, los problemas se olvidan o pesan menos.

En mi caso ahora mismo reconozco que aunque normalmente me encanta la peluquería, en este momento me da una pereza enorme estar alli sentada tanto rato, además paso tanto calor que me lavo el pelo prácticamente todos los días. Sin embargo, me encanta el concepto de “pedicura spa” que tienen aquí por todas partes y que incluye masajes en los pies y las piernas así como un gran sillón de masaje que vas nivelando a tu gusto.

Esta peluquería a donde voy es de mexicanos y la mayoría de clientela también lo es. Como es habitual en mi no paro de observar a la gente que está a mi alrededor, así que no puedo evitar contar un poquito acerca de los distintos personajes que he visto durante los ratos que he pasado allí. La última vez que fui estaban terminando de peinar a una “quinceañera”. Para el que no lo sepa, es tradición en la mayoría de países latinoamericanos celebrar una gran fiesta a las niñas al cumplir los 15 años, fiestas en las que ellas van vestidas como si fueran princesas y en las que los padres hacen un esfuerzo económico muy grande para presentar a su hija en sociedad. Pues bien, allí estaba la quinceañera, a la que peinaron con unos enormes bucles a lo “Sissi emperatriz” y le encasquetó el peluquero una enorme corona brillante. Ella tenía un gesto aburrido, absorta toqueteando su “i-phone”, preguntó si podían ponerle mejor la corona más tarde, en su casa, a lo que el peluquero y la abuela de la niña contestaron que no inmediatamente, como si la chica hubiera pedido algo realmente terrible, para eso estaban allí y tenía que irse ya con todo el peinado dispuesto. A ella no pareció convencerle mucho el mini discurso, pero con el mismo aburrimiento y talvez algo de resignación se calló y siguió tecleando en su aparatito. Terminaron de peinarla y la abuela , que llevaba un peinado muy sofisticado, se dirigió a pagar mientras esperaban las dos nietas. La otra niña, que deduje que era la hermana pequeña, debía tener unos trece años y unas ganas enormes de vivir ella lo mismo que su hermana estaba pasando porque no dejaba de mirar la corona. La quinceañera se levantó y hacía gracia verla con sus enormes bucles anti naturales y la enorme corona que contrastaban con su top ajustado y sus vaqueros rotos. Desde luego los andares no eran muy “Sissi”. La abuela la miró con desaprobación y le dijo “mija de las gracias al señor que la atendió” a la vez que le extendía un billete de diez dólares y la chica obedientemente se acercó al peluquero a dejar la propina y después salieron las tres juntas.

El segundo personaje del día que me llamó mucho la atención fue un niño de cuatro años. Era el hijo de una de las peluqueras. Este día no debía tener con quien dejarlo y el niño le acompañaba, algo que no vemos en España. El caso es que el niño debía tener no más de cuatro años y una santa paciencia enorme. Tenía una pelota pequeña con la que jugaba en bastante silencio como si fuera consciente de que no podía hacer mucho ruido. El niño seguía todo el rato a su madre con la mirada y cuando ella se levantaba para lavarle el pelo a una señora o buscar algo, él también iba con ella, callado, a una distancia prudencial, pero lo suficientemente cerca para sentirse protegido. Y ella de alguna manera también lo vigilaba y hacía contacto visual con él y a él esto le bastaba. No me imagino a mi hija a esa edad ni a ninguno de los niños que conozco “aguantando” de esta manera sin molestar ni pedir atención en ningún momento, por eso me resultó sorprendente.

En el rato que estuve solo hubo una clienta americana no hispano hablante. La verdad es que tenía un pelo largo bastante cuidado y solicitó solamente cortarse el pelo. La peluquera que la atendió parecía muy amable y no paraba de hablar con ella, sin embargo de manera implícita le hacía ver “el gran error” de que ni siquiera se hiciera el servicio de “blower”, qué cómo iba a salir de la peluquería con el pelo mojado, luego entró en cuándo tenía pensado hacerse la pedicura y manicura. La gracia es que la chica en lugar de molestarse con los amables comentarios, empezó a poner excusas sobre el bebé que tenía y la falta de tiempo y lo “desastre” que se sentía porque no tenía ni tiempo de hacerse la pedicura. Y que ya le había costado convencer a su madre de quedarse con su hijo para poder cortarse el pelo, pero que no se atrevía a llegar más tarde. Pero la peluquera le convenció de que ella se merecía un rato para ella y para estar guapa y al final hizo no solo que se quedara a peinarse sino que saliera de allí con una cita para otro día.

En fin, había muchos más personajes dignos de mencionar, pero no os quiero aburrir. A la gente que estaba en la peluquería quien más curiosidad les despertaba era una chica embarazadísima a la que no paraban de preguntarle “para cuándo se aliviaba” y de la que no sabían localizar de dónde era el acento del español que hablaba.

martes, 2 de agosto de 2011

12-La nueva vida cotidiana


Mi padre dice muchas veces esa frase de que “el hombre es un animal de costumbres”, pero resulta curioso la capacidad que tenemos de adaptarnos a nuevas costumbres sin apenas darnos cuenta, y no solo eso, sino de la rapidez con la que incorporamos a nuestra vida nuevos elementos que inicialmente nos resultan sorprendentes.

En nuestra primera noche en California fuimos a comer a un restaurante que está en la esquina al cruzar la calle. Fuimos prontito y al volver a casa mi hija y yo, a pesar del cansancio, no pudimos evitar pararnos a contemplar los fuegos artificiales de Disney que se ven muy bien y que empiezan puntualmente cada noche a las 21:30h. Pues bien, esta noche hemos parado en el supermercado de al lado de casa y hemos esperado dentro del coche Yoanellita y yo mientras Toni compraba algo que necesitaba. Empiezo a escuchar un ruido algo ensordecedor y veo que la gente que pasa por el parking no se inmuta y enseguida me doy cuenta de que son los fuegos artificiales de Disney. Me gustan, pero como estoy cansada y ya los he visto unas cuantas veces no les presto demasiada atención. Y la gente que acude de manera habitual a este supermercado está tan acostumbrada a escucharlos que ni siquiera les sorprende el estruendo inicial. Así que algo que se sale de lo normal al estar convertido en cotidiano pierde valor para nosotros. Lo mismo pasa con las palmeras decoradas de toda la avenida. De noche se ven realmente bonitas, pero estoy convencida de que la mayor parte de la gente que pasa ni siquiera repara en ellas porque las ven cada día.

Hay otras cosas a las que nos vamos acostumbrando sin apenas darnos cuenta. Con la comida está siendo un gran descubrimiento. El otro día me ofrecieron junto con el plato de comida para llevar, en un restaurante mexicano, una sopa de albondigas. El aspecto era muy raro pero la probamos y la verdad es que quedamos encantados con el sabor, tanto que desde entonces tengo ganas de tomar de esa sopa a todas horas. Hoy hemos ido a comer a un centro comercial y el último sitio que habría elegido para comer sería un japonés pero nos dieron a probar una carne realmente deliciosa y ahí que caímos con un menú japonés. Reconozco que hay otras comidas por las que aun siento un verdadero reparo en probar, por ejemplo vimos un restaurante de Mongolia en el mismo sitio, donde preparan toda la comida a la piedra pero la verdad es que el aspecto me resultó bastante extraño y todavía no me he aventurado con ello.

Con respecto a las bebidas, Yoanellita disfruta mucho en los restaurantes de tomar coca cola a la vainilla y yo en algunas ocasiones tomo Pepsi de sabor cerezas salvajes. En “El super” mexicano compro “jarritos” de tamarindo y zumos de guayaba y en alguna ocasión hasta me he aventurado a probar esos granizados de color azul, que mejor no saber ni lo que son.