sábado, 3 de marzo de 2012

29-Personas anuncio


Hace tiempo tenía ganas de hablar de este fenómeno que veo a diario por las calles de la ciudad donde vivo así como otras aledañas. Es algo que me sorprende sobre manera, en un país caracterizado por tener los últimos adelantos en todo, ver a día de hoy a personas como reclamo publicitario, portando simples cartones para llamar la atención sobre distintos productos o servicios.
Hay algunos que están todo el año, todos los días, incluso los domingos, y hay campañas puntuales. De estas últimas una que me llama mucho la atención aparece más o menos cada dos meses, billetes de oferta a Hawaii, ponen a las personas durante unos días por todas las esquinas de las calles principales. Si son hombres van con camisa hawaiana, bermudas y chanclas y un collar de flores. Si son mujeres con vestido y diadema de flores. También otra campaña puntual que ahora está por todas partes es de una agencia de préstamo en el que el que anuncia va vestido de la estatua de la libertad. Hay una tienda de tabaco en el que la chica simula que está fumando. Y hay uno de compra de oro que la persona en cuestión lleva el cuello lleno de cadenas de oro (o no). Otros simplemente van con el mismo uniforme que el resto de trabajadores como los de Subway o algún restaurante mexicano.

Los ves así puestos en cualquier esquina y desde luego es difícil no mirarlos. Algunos pueden resultar graciosos o simpáticos, otros se hacen pesados y casi molesta verlos, algunos se han convertido en parte del mapa, llega un momento que casi no los ves. A la hora de mover la señal en cuestión que suele ser un trozo enorme pero imagino que ligero y con forma de flecha en la mayoría de los casos hay quien lo mueve con más gracia y a quien se le nota que está allí más aburrido que nada. Hay una empleada del subway que se pone en la esquina como si fuera una niña castigada, vamos de morros, si fuera por ella nadie estaría contento de irse corriendo a por un bocadillo, menos mal que a esa marca publicidad no le falta. Había una chica que anunciaba los vuelos a Hawaii de la que me acuerdo especialmente, su dejadez era de reseñar. Hablaba por el móvil con interés cogiendo el teléfono con una mano mientras que la otra movía el letrero con desdén como si el tema no fuera con ella, de la manera más mediocre que se puede hacer ese trabajo aunque parezca que el tema no da para mucho. En el otro extremo de la chica de vez en cuando se pone uno anunciando tacos de oferta de un mexicano, con un entusiasmo increíble, medio bailando allí en plena calle y moviendo el letrero a una velocidad que cansaría a cualquiera a los dos minutos.

A pesar del tiempo que llevo aquí no es algo a lo que llegue a acostumbrarme. Pienso si de verdad es correcto que estas personas estén en la calle agarrando un letrero que podría estar colgado sin que fuera una persona la que realizaa ese esfuerzo. Pienso lo aburrida o cansada que puedes llegar a estar de pasar unas horas con la flecha en las manos señalando mientras los coches pasan y pasan...Pero de todos estos anuncios y estas personas hay una que ha calado bastante desde el primer día. Es un señor que por sus rasgos parece hindú, debe tener entre unos 50 a 60 años y está prácticamente todos los días durante bastantes horas en la esquina de la casa donde vivíamos antes, con uno de esos letreros anuncio de una heladería bastante conocida. Lo veo casi todos los días pues cuando regreso de recoger a la niña del colegio paso por allí. Lleva una pequeña bolsita con sus pertenencias y las ata cada día al mismo árbol. Veo en su rostro un gesto resignado pero este hombre realiza un trabajo que podría ser menospreciado con la mayor dignidad del mundo. Imagino una vida llena de vicisitudes y complicaciones, pero él acepta su vida y realiza cada minuto de su trabajo de la mejor manera posible, sin quejarse, sin poner caras de aburrimiento, sin que ningún movimiento sea más ligero o más fácil que el anterior, sin dejadez, sin aspabientos. Veo en esta persona una forma excelente de trabajar en las circunstancias menos favorables. No conozco en realidad nada de este hombre, no sé cómo es su vida ni como ha sido, pero hay veces que a pesar de haberle visto una y mil veces en la misma esquina, no deja de conmoverme. El motivo es que talvez en nuestra sociedad actual no estamos acostumbrados a poner toda la carne en el asador al realizar hasta la tarea más mínima, la más sencilla, la menos agradable, la que creemos que no es digna de nosotros.

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