miércoles, 10 de agosto de 2011

14-La adaptación de la más pequeña


Cuando decidimos tomar una decisión tan importante como cambiar de país, una de las cosas que más nos preocupa a los que somos padres es cómo ese cambio afectará a nuestros hijos. En nuestro caso valoramos la idea y pensamos que para Yoanellita sería un gran beneficio el tiempo que estuviéramos en este país, por la experiencia de conocer otra cultura y otras formas de vivir y sobre todo por convertirse en bilingüe de forma natural. Aun así siempre tienes el miedo de ver cómo va a adaptarse, de imaginar si para ella sería duro o cómo puede vivir este gran cambio una niña de ocho años.

Este año ha empezado para nuestra hija con grandes cambios, cerramos el 2010 con mi tímido positivo de embarazo, nada más comenzar el año nos pilló de sorpresa el fallecimiento de mi suegra y a los pocos días se venía Toni a EEUU para una separación temporal de la familia de seis meses. A esto hay que añadir que este año la habíamos cambiado de colegio.

Así que muchas veces me pregunto cómo vivirá ella estos cambios, intentando adivinar cómo se ven a través de sus ojos y haciendo todo lo posible por hacer esta transición lo más sencilla posible para ella.

El viaje de llegada aquí se le hizo bastante duro, las últimas horas de vuelo me preguntaba cada cinco minutos eso de “¿cuánto falta?”. Como ya os conté la llegada al aeropuerto con la enorme cola tampoco fue mucho mejor. Sin embargo fue sorprendente ver el re-encuentro de Yoanellita con su papi. Estaba pletórica y feliz. De repente ya no parecía cansada, estaba llena de energía y no podía parar de hablar y de contarle cosas. Los días iban pasando y ella continuaba con la misma energía y entusiasmo, siempre muy al lado de su papi. A Toni le emocionaba mucho ver que la niña siempre quería estar a su lado, para caminar, para sentarse en un restaurante y otras situaciones en las que normalmente siempre estaba apegada a mi. Durante los primeros días nos confesaba que no sabía que quería tanto a su padre y que le había echado tanto de menos.

A los pocos días de nuestra llegada, la metimos en un “summer camp” para que compartiera con otros niños, se fuera adaptando a la vez que practicaba su inglés y además así yo tendría más tiempo para descansar así como para hacer gestiones con Toni de papeleos, comprar coche…etc.

En el campamento se adaptó bastante bien. Algunos días le daba pereza levantarse porque algún día se iba la cama un poquito tarde pero luego siempre se quedaba contenta. Rápidamente hizo algunos amiguitos. Me sorprendió su capacidad de adaptación a las diferentes actividades que son muy distintas a las que se suelen realizar en España. Ha aprendido a coser un cojín (con agujas de verdad), se quemó un dedo en clases de cocina y pintó un plato de porcelana.

Lo que más me ha llamado la atención es que en ningún momento ha hablado de regresar a Palma, ni ha mencionado nuestra vida allí, ni nuestra casa. Normalmente en nuestras vacaciones , la primera noche siempre se quejaba y lloriqueaba algo pidiendo volver a Palma. Así que hace unos días le pregunté cómo es que no había mencionado en ningún momento lo de regresar a casa y ella contestó: “Mami, es que ahora esta es mi casa”.

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